Puede interpretarse en dos sentidos:
- Como una censura al facilismo, la tendencia a pretender obtener beneficios sin voluntad para el esfuerzo y el sacrificio. Este es su uso más extendido.
- Como una invitación a desconfiar de aquello que se ofrece de manera fácil, cuando normalmente aquel beneficio requiere de un cierto esfuerzo.
El facilismo que denuncia el refrán, se vuelve puerta que conduce a actitudes socialmente peligrosas como la corrupción moral y política.
El dicho contrapone el valor del esfuerzo bien direccionado y el trabajo honesto, frente al azar o la corrupción según el caso, cuyos bienes, por no tener fundamento, rápidamente se desvanecen.
La riqueza y otros beneficios mal habidos se diluyen o se esfuman por no tener sustancia.
El dicho funciona así como una advertencia o consejo a aquellos que tienden al facilismo o se enfrentan a propuestas dilemáticas, a fin de evitar que queden al descubierto y sean avergonzados.